lunes, 22 de marzo de 2010

HOLOS - Museo de Arte Moderno Juan Astorga. Mérida Noviembre - Diciembre 2009

Entre tropiezos puestos muchas veces por el hombre mismo, la vida se reduce a tratar de saltar pero sin estar seguros de que caeremos al otro lado o tal vez lograremos elevarnos y levantar vuelo, ¿intentos? o el ¿Pan nuestro de cada día?. Unas manchas que siempre van a estar allí y unas líneas divisorias de cosas, sentimientos y realidades que nos imaginamos y nos las creemos. Mis obras parten de un planteamiento mítico-gastronómico comensal-alimento, victima-victimario, lobo devorador de ovejas; y la reflexión de como lo han sido las relaciones entre los animales, su entorno y el ser humano pero visto desde la perspectiva de un humano que en su búsqueda esta el deseo de ser o vivir como los animales. El desconocimiento para la gran mayoría y la ceguera espiritual que ha pasado a través de generaciones, sin lograr la tan anhelada iluminación, va de la mano de los seres humanos en el transitar hacia algo que no se sabe que es, puede que sea una ciudad santa donde se podrá vivir en paz o simplemente transitar por un tiempo que desde que nacemos se acaba y que algunos se dan a la tarea de desperdiciarlo. Aunque estas piezas parezcan estar disociadas, ser muy figurativas, contrariamente nos remiten a símbolos muy arraigados, mitificados y mal interpretados en y por los abstractos seres humanos.
“Ungulados para el desayuno”: la manada mezclada con el rebaño que pueden seguir ciegamente ordenes sin detenerse a analizar o reflexionar, se presenta en la obra de lobos y ovejas que juntos pero no revueltos son mas racionales que el hombre, y logran vivir respetuosamente con sentido de clan, jerarquía, de compartir y socializar aunque se les halla creado una leyenda negra a unos y brillante a otros su naturaleza animal los purifica.
“Rebaños sin fuerza o almorcemos juntos”: aunque esta masa espesa por la cantidad de lana que posee, por el orden que mantiene y por el sometimiento dócil a la voluntad ajena, puede presentarse caótica y simbólicamente sacrificada, se opone a esa energía que da una buena comida al cuerpo, ya que esta obediencia manipulada elimina por completo toda oportunidad de evolución, de regeneración, que es posible si la inocencia y los instintos logran salir a flote y permiten mostrar la oveja negra que llevamos dentro o como planteaba Nietzsche: En un mundo de borregos prefiero ser lobo.
“Después de cenar: un cuento para descansar en paz”: ese ritual que de niños nos enseñaron tiene cabida en esa búsqueda de la iluminación; para que exista luz interior hay que reconocer primero que estamos en tinieblas, A. Einstein decía: para ser un miembro inmaculado de un rebaño de ovejas, uno debe, sobre todas las cosas, primero ser un lobo, y metafóricamente perseguir la luz de los sueños en la oscuridad y tropezar y levantarnos; otro ritual iniciático donde nos muestra una niña que sentada en una piedra logra catalizar todas esas energía cósmicas.
Y la obra “Merienda a deshora” quizá más minimalista pero cargada de múltiples significados para la artista, logra integrarse a la obra de Oscuraldo que con una delgada linea demarca una frontera en todas sus piezas, y la cual permitió ese juego de “saltar la cuerda”, caer-levantarnos, ser lobo-oveja, luz-oscuridad, ser como los alquimistas que decantaban la materia en búsqueda del oro; aquí el excremento y el conocimiento de la parte más humana nos puede conducir a aquel ser superior que llevamos dentro. Ver lo hermoso de lo feo, y como en aquellos cuentos donde quedamos encantados seguir el camino que alguien nos marcó para no perdernos.
Ave.

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